El cuadro más ignorado del Museo del Louvre

Todo aquel que visita el Louvre, visita la sala 711 (conocida como la «Sala de los Estados»), probablemente la sala de museo que más visitantes acoge al año en el mundo, ya que en ella se encuentra La Gioconda de Leonardo Da Vinci. Un lienzo tan pequeño como es el de Leonardo (0,79×0,53) es capaz de hacer sombra a un cuadro de casi siete metros de alto y diez de largo, el más grande de todo el Museo. Los miles de visitantes que van a admirar la obra de Leonardo dan la espalda, y muchas veces ignoran, la obra de Las Bodas de Caná, de todo un genio como fue Paolo Cagliari, el Veronés.

El cuadro se le encargó al Veronés en 1562, para decorar el comedor del convento de San Giorgio Maggiore. El contrato estipulaba que el lienzo debía estar terminado para la fiesta de la Virgen (septiembre de 1563) y se le pagarían 324 ducados, 50 de ellos y un tonel de vino por anticipado.

Las Bodas de Caná – Paolo Veronese (Museo del Louvre)

En el enorme lienzo se despliega una composición abierta en la franja superior, en la que se aprecia el paisaje ideal de una ciudad renacentista, una arquitectura inspiración de Palladio, Sanmicheli y Sansovino; y una acumulación de figuras en la inferior, llegando casi al punto del horror vacui

El artista de Verona realizó una pintura en la que destacan la riqueza de las vestimentas y los adornos, cromados con los amarillos, rojos y azules tan venecianos, y abundantemente iluminados. Transformó el pasaje evangélico de San Juan en una espectacular fiesta veneciana, una representación mundana que incluía desde aristócratas y reyes hasta sirvientes, presentando al espectador un total de 130 personajes. 

En el centro de la composición, sentado a la mesa, se encuentra Jesucristo junto con la Virgen María. A su izquierda, los monjes benedictinos de San Giorgio disfrutan del abundante banquete. Sobre sus cabezas se observa la frenética actividad de los sirvientes, algunos de ellos cortando carne, seguramente alusión al sacrificio del cordero. Los asistentes a las Bodas se visten con los trajes típicos de la Venecia del Siglo XVI. Entre ellos se autorretrata el bueno de Paolo en el grupo de músicos, acompañado de sus colegas pintores Tiziano, Tintoretto y Bassano (según afirma la teoría de Zanetti). Música, ricas vestimentas, lujosas vajillas llenas de abundante comida y vino, que aseguran la diversión en la compleja escena que refleja el lienzo.

Este tratamiento tan burdo de una escena bíblica fue una gota más de un vaso que se colmó en el año 1573. La inquisición juzgó al Veronés por un lienzo de la Última Cena. Lo hizo comparecer ante el tribunal por, según reflectan sus actas, representar “bufones, borrachos, mercenarios, enanos  y otras imágenes frívolas”. Se le obligó a reformar la composición, pero el de Verona se limitó a cambiarle el nombre por “Cena en Casa de Leví”.

Cena en Casa de Leví – Paolo Veronese (Galería de la Academia)

Acabada la obra, Las Bodas de Caná se instaló en San Giorgio Maggiore en 1563. Allí permaneció hasta la campaña italiana de Napoleón, que seleccionó el cuadro para ser expoliado y llevado a Francia en 1797, proceso en el que el cuadro sufrió considerables daños que se agravaron posteriormente en la Segunda Guerra Mundial. Gracias a varias restauraciones, hoy se puede contemplar el magnífico lienzo de uno de los grandes genios de la pintura veneciana. Un lienzo que, de ahora en adelante, no pasará desapercibido para los lectores de Hermes Historia en sus próximas visitas al Museo del Louvre.

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