Las aventuras de Odiseo

A lo largo del día de hoy, 31 de octubre, se celebrará una fiesta catapultada a la fama desde Estados Unidos, pero que tiene su origen en la cultura céltica de Irlanda; nos referimos a Halloween. Queriendo contaros un relato aterrador y abundante en monstruos, la acción transcurrirá en un escenario aparentemente idílico, aunque, como todas las grandes historias de terror, esconderá sobrecogedores peligros. Acompáñanos en este «crucero» por el Mediterráneo, en el que el héroe mitológico Odiseo debe regresar a su hogar en la isla de Ítaca tras haber concluido la guerra contra Troya.

El Escenario de la Odisea – Ilustración de la obra «Las aventuras de Ulises» (editorial Vicens Vives)

Polifemo

Los cíclopes eran monstruos gigantes de un solo ojo, hijos del dios Poseidón, que vivían en una isla que se identifica hoy en día con Sicilia. Una de las muchas historias que se contaban de ellos es que construyeron las murallas de la ciudad de Troya. A los siete días de su viaje, Odiseo llegó a la ya mencionada isla, donde él y un puñado de sus compañeros encontraron una enorme gruta llena de cabras, ovejas, queso y leche. Movidos por la curiosidad de conocer la identidad del pastor del rebaño, decidieron esperar a su llegada, que se produjo por la noche. El morador de aquella cueva resulto ser Polifemo, un cíclope que nació de Poseidón y de la nereida Toos. El gigante selló la entrada de la cueva con una piedra, y tras encender un fuego descubrió a los extranjeros que habían entrado en su territorio.

Los griegos llevaban la hospitalidad hasta extremos insospechados; era una tradición que pasaba de generación en generación, y pensaron que el cíclope los acogería y les proveería de víveres tras narrarle su historia vivida en Ilión. Nada más lejos, Polifemo contestó que le importaba bien poco, y acto seguido, se comió a dos de los compañeros de Odiseo y se echó a dormir. El héroe, viéndose encerrado y a escasas horas de ser devorado por el monstruo, trazó un plan.

Con un enorme madero de olivo tallaron una estaca del tamaño de un hombre. A la noche siguiente, Odiseo ofreció al cíclope vino para emborracharle. Polifemo le preguntó su nombre, a lo que el de Ítaca contestó que se llamaba Nadie. El cíclope, ebrio, le dijo que a cambio del vino él tendría la gentileza de comerle el último, tras lo que cayó dormido. Fue entonces que Odiseo calentó la punta de la estaca en las brasas y se la clavaron a Polifemo en su propio ojo.

Odiseo ciega a Polifemo – Pellegrino Tibaldi

El monstruo comenzó a gritar y a pedir auxilio al resto de cíclopes, y cuando le preguntaron qué le ocurría respondió “¡Nadie me hiere! ¡Nadie me mata con astucia!”, por lo que ignoraron su petición de socorro. Para evitar que escapasen, el ahora ciego cíclope se puso a taponar la salida de la cueva para matar a los griegos en caso de que saliesen. Odiseo y sus compañeros se agarraron de los carneros para camuflarse y lograr salir, gracias a lo cual pudieron escapar.

Circe

Circe era temida por ser una peligrosa hechicera que vivía en la Isla de Ea (hoy identificada como la Península de Circeo, en la bahía de Nápoles). Los supervivientes de la flota griega llegaron hasta la isla, donde algunos de ellos, comandados por Euríloco, fueron enviados a explorar un fuego proveniente del bosque. Allí encontraron un gran palacio de piedra guardado por una mujer que cantaba y tejía, que no era otra que Circe. La hechicera les invitó a su palacio, donde les dio de beber. Cuando todos hubieron terminado sus copas, la bruja cogió una varita y convirtió a todos en cerdos, excepto a Euríloco, que receloso se negó a beber y salió huyendo.

Circe transforma sus enemigos en bestias salvajes – Wright Barker

Euríloco regresó a todo correr a contarle a Odiseo lo ocurrido. Este se adentró en el bosque para ir a rescatar a sus compañeros, cuando se le apareció Hermes. El dios le regaló una planta del suelo que solo los dioses podían arrancar, la hierba de la vida, que anulaba el brebaje que Circe dio a sus compañeros. 

Cuando llegó al palacio de la hechicera esta le ofreció vino, que bebió. La maga le golpeó con su varita, pero sin efecto; Odiseo desenvainó su espada y la amenazó de muerte si no devolvía a sus compañeros a la forma humana. Una asustada Circe accedió, y los griegos pudieron huir de aquella isla y continuar su Odisea.

Las sirenas

El tornaviaje hacia Ítaca aún debería enfrentar sendos peligros. La travesía en dirección al sur les llevaría a atravesar la isla de Sorrento, desde la cual se podía oír el rumor de bellas voces que cantaban. Estas procedían de las sirenas, que lejos de asemejarse a la inocente estatua de Copenhague, eran divinidades con cabeza y torso de mujer, y el resto del cuerpo de ave. Con su dulce canto atraían a los marineros incautos, quienes naufragaban y eran devorados por estas criaturas encantadoras.

Para prevenir semejante destino, Odiseo repartió fragmentos de cera entre sus hombres para que los emplearan como tapones que cubrieran los oídos. No obstante, el héroe quiso no perderse el «concierto», ordenando que lo ataran al mástil de la embarcación, y que no le dejaran soltarse de sus ataduras bajo ningún concepto. Mientras sus hombres remaban para alejarse del peligro, inmunes al encantamiento, Odiseo fue seducido por la cautivadora voz de los cantos de las sirenas, llevándole a intentar liberarse de las cuerdas y suplicar que lo desatasen.

Ulises y las sirenas – John William Waterhouse

Cuando hubieron dejado atrás la isla, los tripulantes se quitaron los tapones y soltaron a un Odiseo que lloraba lastimosamente, desconsolado como si le hubieran arrebatado la mayor maravilla que hubiera presenciado en su vida. Pero no había tiempo para lamentaciones, Escila y Caribdis se vislumbraban a proa.

Escila y Caribdis

Ya desde la Antigüedad el estrecho de Mesina, que separa la Italia continental de la isla de Sicilia, era considerado como una zona de peligroso tránsito debido a las barreras de arrecife y las violentas corrientes que amenazaban con echar a pique los barcos incautos. Este temor se asociaría con la presencia de dos monstruos marinos que guardaban el paso, Escila y Caribdis.

Escila poseía figura de mujer, cola de pez, y de su parte inferior brotaban seis aterradores perros, mientras que Caribdis se tragaba tres veces al día el agua del mar, para después escupirla con gran violencia y así crear un remolino al que ningún navío podía escapar. Estando entre Escila y Caribdis, Odiseo dio la orden de navegar pasando al lado de la primera. Seis de los compañeros del héroe fueron apresados y devorados por el monstruo, siendo el precio a pagar a costa de evitar sucumbir toda la tripulación de haber sido arrastrados por la corriente de Caribdis. Odiseo estaba un paso más cerca de retornar a su hogar en Ítaca.

Odiseo ante Escila y Caribdis – Johann Heinrich Füssli

Halloween era considerado por los celtas una celebración en la que las barreras entre el mundo de los vivos y el de los muertos se desvanecían por una noche. La mitología griega ofrece una excelente interrelación entre lo real y lo ficticio, donde los dioses interceden en la vida de los hombres y los temores a los fenómenos naturales son representados con monstruos y seres sobrehumanos que conviven con nosotros. Y si no, que se lo digan a Odiseo.

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