(1791-1808)
Uno de los símbolos de los levantamientos del dos de mayo. Con el Tratado de Fontainebleu, Carlos IV y Godoy permitieron el paso de las tropas francesas por la Península Ibérica, puesto que supuestamente pretendían ocupar Portugal. No obstante, aprovecharon la aparente incapacidad del monarca y se apoderaron de la Península al completo, llegando a tomar Madrid.
La situación en la capital se volvió realmente tensa, y los conflictos eran diarios. La mecha se prendió el 2 de mayo de 1808, cuando el pueblo madrileño se levantó en armas contra los franceses para evitar la salida de quienes quedaban de la Familia Real en el Palacio de Oriente. Los combates en las calles se prolongaron toda la jornada, emergiendo entre ellos héroes que pasaron a la historia por su valentía, como Daoíz, Valverde o Malasaña.
Mujer humilde y de gran valentía, Manuela se convirtió en el símbolo de la gallardía de las clases populares madrileñas que se enfrentaron al invasor francés. La figura de «Manolita» se mueve entre la leyenda popular y la realidad, e incluso su historia cuenta con dos versiones.

La primera de ellas sitúa a la joven junto a su padre, Juan Malasaña, defendiendo juntos el cuartel de Monteleón el mismo 2 de mayo. La resistencia fue inútil y tanto Manuela como su padre perecieron a manos de las tropas invasoras.
La segunda versión afirma que el 3 de mayo, de vuelta a casa, unos franceses interceptaron a Manuela. Ésta, en defensa propia sacó unas tijeras de costura y atacó a los soldados. Fue condenada a muerte en el acto, y humillada en plena calle.
Independientemente de la versión, historia o leyenda, ha pasado al imaginario colectivo madrileño como símbolo del valor y coraje del pueblo de Madrid. La difusión de su relato contó con gran éxito, llegando incluso a poner nombre a un conocidísimo barrio de la capital: Malasaña.
