Augusto intenta legislar sobre la moral *SALE MAL*

Si algo no les gustaba a los romanos, eso era que se legislase sobre su vida privada. Es decir, para ellos, las normas morales y de comportamiento en sus vidas privadas debían estar regidas por la costumbre y la tradición (el mos maiorum, que lo llamaban ellos), y no por leyes. Aun así, existieron, durante toda la época romana, varios intentos por legislar precisamente este tipo de cosas y, como nos podemos imaginar, no salieron del todo bien. Aquí nos vamos a centrar en el caso de Augusto y sus leges Iuliae.

Busto de Augusto

El problema de legislar normas morales era que, entonces, llevar a cabo una conducta “inmoral” se convertía en un problema de estado, y durante el imperio esto podría ser considerado como una forma de oposición al emperador o al régimen en general. Esto supuso un problema para el primer emperador, empeñado como estaba en promover la natalidad y los matrimonios en las clases altas.

Una vez que Augusto hubo afianzado su poder y superado una enfermedad que casi acaba con él de forma prematura, dedicó los años 19-18 a.C. a promulgar una serie de leyes morales conocidas como las leges Iuliae. Aquí nos vamos a centrar en las 2 leyes más importantes dentro de este conjunto: la ley que regulaba el adulterio y la que regulaba el matrimonio entre órdenes sociales y la procreación.

Relieve de un sarcófago que representa un matrimonio romano

La lex Iulia de adulteriis coercendis fue promulgada en 18 a.C. y tipificaba los crímenes de adulterio. Hasta entonces, el adulterio había sido un tema privado a ser resuelto por las partes implicadas (el marido, la mujer y su representante legal). Debemos dejar claro que para los romanos el adulterio era algo exclusivo de las mujeres casadas. El hombre soltero o casado que participaba en relaciones sexuales con una mujer casada podía ser castigado bajo otro tipo de crimen (stuprum). No obstante, un hombre casado podía yacer con mujeres, hombres, esclavos y/o esclavas sin caer en adulterio.

Esta ley tenía varios castigos muy severos. Entre ellos destacan que el padre de la mujer, si se topaba con su hija y su amante en plena faena podía matar a su propia hija. En el caso del marido, este no tenía derecho a matar a su mujer si la encontraba en el acto, pero en caso que lo hiciese, debía ser tratado con amabilidad. Además, el marido estaba obligado a divorciarse y la mujer sería exiliada. Como podemos ver, era una ley sumamente severa, que los propios romanos veían como exagerada.

Mural de un lupanar en Pompeya

La otra ley mencionada anteriormente era la lex Iulia de maritandis ordinibus, que trataba tanto el matrimonio entre personas de distinta clase social y regulaba la procreación. Esta ley prohibía el matrimonio entre probosae (gente registrada como inmoral: prostitutas, actores, adúlteros, etc.) y ciudadanos romanos. Además, prohibía que un senador o sus hijos se casasen con libertos/as y establecía que se esperaba que los hombres comenzasen a tener hijos a los 25 años y las mujeres a los 20. Para asegurarse el éxito de esta legislación, la ley también establecía privilegios para aquellos que tenían numerosos hijos y se casaban pronto, y aumentaba impuestos a aquellas personas que se mantenían solteras o sin hijos. La impopularidad de esta ley fue tal que 20 años después de su promulgación tuvo que ser reformada debido a la presión social que se llevó a cabo en contra de esta ley.

A los romanos no les gustaba nada estas leyes. Vivir como soltero (para los hombres) era mucho más divertido y libre que estar casado. Además, un matrimonio para las clases altas era un compromiso social considerable al que debía de dársele un tiempo para preparar y asegurar la dote y estar seguro de que ambas familias deseaban tal alianza. Además, el objetivo del matrimonio para los romanos era tener hijos, pero estos recibirían partes iguales de la herencia de sus padres, por lo que tener hijos de más dividiría la fortuna familiar hasta suponer un problema financiero.

Relieve del Ara Pacis que representa a la familia imperial

Las fuentes nos dicen que el mismo Augusto se marchó de Roma poco después de la promulgación de estas leyes debido a que su popularidad sufrió un tremendo golpe. El propio emperador era famoso por sus aventuras extramatrimoniales, y esa hipocresía no pasó desapercibida. Algunos consiguieron encontrar vacíos legales para evitar acatar estas leyes, y otros, dispensas especiales. No obstante, el propio Augusto tuvo que enfrentarse a los caballeros y senadores (a quienes realmente afectaban estas leyes) en 9 d.C. y enmendar las leyes de tal forma que no fuesen tan exigentes.

Como hemos podido ver, los romanos eran muy recelosos de sus vidas privadas y de que el poder que ostentaban los paterfamilias de resolver problemas familiares no fuese infringido por el estado. Augusto, en su esfuerzo por imponer una ideología conservadora que restaurase ‘la antigua gloria romana’, se excedió en sus poderes y tuvo que, finalmente, dar marcha atrás.

Cayo Mecenas: ¿Ministro de Cultura?

Cayo Mecenas, amigo personal y consejero político del que fue primer emperador de Roma, Augusto, es uno de los personajes más interesantes, a la par que importantes, de su época. Su nombre es sinónimo de aquellas personas que financian y/o protegen a artistas y que promueven sus obras, acciones que el Mecenas original llevó a cabo durante los primeros años del reinado de Augusto. En este artículo vamos a tratar brevemente la vida de este personaje, muchas veces oscurecida bajo la sombra de Augusto, Agripa y otros hombres destacados del comienzo del imperio.

Busto de Mecenas en Galway, Irlanda.

Mecenas nació en 70 a.C. en una familia de origen etrusco. Su familia era acomodada, pero no tenía antepasados que hubiesen participado en la política de Roma, por lo que no era parte de la aristocracia senatorial, sino de la clase ecuestre. Se decía descendiente de la gens Cilnia, una familia de la aristocracia etrusca que había disfrutado de una gran importancia (y riqueza) desde hacía siglos. No sabemos mucho de su vida temprana, pero el poeta Propercio parece indicar que Mecenas participó en las campañas tempranas de la guerra civil tras el asesinato de Julio César, acompañando al hijo adoptivo de este último.

Lo que sí sabemos es que, desde un tiempo muy temprano, era amigo de Octaviano, y que fue el encargado de organizar el matrimonio de este con Escribonia en 40 a.C., lo que indica una relación cercana entre ambos hombres. Más tarde, Mecenas actuaría como representante de Octaviano en las negociaciones con Marco Antonio y Lépido en el Tratado de Bríndisi (40 a.C.), en el que se renovó el Triunvirato, y en el que se estableció el matrimonio de Antonio con la hermana de Octaviano. Una vez más, Mecenas se destaca como uno de los confidentes más cercanos del futuro emperador cuando unos años más tarde, en 37 a.C., actuó como su representante en las negociaciones de intercambio de tropas con Marco Antonio y, además, cuando fue enviado a Roma a mantener el orden mientras Octaviano y Agripa acababan con Sexto Pompeyo en Sicilia (36 a.C.).

Alex Wyndham como Cayo Mecenas en «Roma» de HBO.

Está claro que la importancia política de Mecenas, a pesar de que nunca ocupó magistraturas oficiales, era inmensa. Actuaba como representante de Octaviano, y como dirigente de Roma cuando este se ausentaba, lo que le permitía controlar, desde una posición informal (y, por tanto, más libre), a los amigos y enemigos del triunviro en Roma. No obstante, por lo que Mecenas es conocido hoy en día es por la protección y el patrocinio que brindó a los poetas más destacados de la literatura romana. Sabemos que en 38 a.C. conoció a Horacio, al que tomó bajo su protección, en una época en la que ya había comenzado a patrocinar a otros poetas como Virgilio. Esta práctica ha llevado a los historiadores modernos a considerarlo como un cuasi-ministro de cultura de Augusto, aunque esto resulte un anacronismo. El legado que dejaron los poetas, gracias en gran medida a la ayuda prestada por Mecenas, ha supuesto que su nombre se haya convertido en sinónimo de protector de las artes.

«Gaius Maecenas (70 a.C. – 8 a.C.) supports declining fine arts» de Gérard de Lairesse, ca. 1660.

Las grandes obras de Horacio, Virgilio y Propercio, entre otros, pudieron llevarse a cabo gracias a que Mecenas se interesó por su labor poética y les prestó la ayuda monetaria, política y de lo que hiciese falta para que estos pudiesen crear. Estos poetas mostraron su agradecimiento en algunos versos en los que le mencionan a él y su patronazgo. Es más, las “Odas” de Horacio comienzan con una referencia a su protector:

“Mecenas, descendiente de antiguos reyes, refugio y dulce amor mío, hay muchos a quienes regocija levantar nubes de polvo en la olímpica carrera, evitando rozar la meta con las fervientes ruedas, y la palma gloriosa los iguala a los dioses que dominan el orbe.”

Se cuenta también que Virgilio escribió sus “Georgicas” en honor a Mecenas, al que menciona al comienzo del Libro I:

“Qué es lo que hace fértiles las tierras, bajo qué constelación conviene alzar los campos y ayuntar las vides a los olmos cuál es el cuidado de los bueyes, qué diligencia requiere la cría del ganado menor y cuánta experiencia las económicas abejas, desde ahora, oh Mecenas, 5 comenzaré a cantarte.”

Propercio también menciona a Mecenas al comienzo de sus “Elegías”, mostrando su importancia y agradecimiento:

“Pero, si los hados, Mecenas, me hubieran concedido el poder de guiar huestes heroicas a la guerra, no cantaría yo a los Titanes, no al monte Osa colocado sobre el Olimpo, para que el Pelión fuera el camino hacia el cielo, no la antigua Tebas ni a Pérgamo, gloria de Homero, ni los dos mares que fueron unidos por orden de Jerjes , o el reinado primero de Remo o el orgullo de la altiva Cartago, ni las amenazas de los cimbros y las hazañas de Mario: las guerras y hechos de tu querido César celebraría y tú serías mi segundo objetivo después del gran César”

Como podemos ver, la relevancia de Cayo Mecenas en la literatura latina, en especial la del imperio, no puede ser subestimada. Es muy posible que sin él y sin su patrocinio, Virgilio, Horacio o Propercio no hubieran llegado a escribir sus obras, o, al menos, no habrían disfrutado de la visibilidad y reconocimiento que merecían por su talento y habilidad. En este sentido, Mecenas definitivamente merece el legado que su nombre ha llegado a tener.

«Horace, Virgil and Varius at the house of Maecenas» de Charles François Jalabert, 1777.

No obstante, parece ser que hacia el final de su vida, su relación con el emperador Augusto se deterioró. Las fuentes indican que la causa fue la mujer de Mecenas, Terencia. Algunos dicen que Augusto se disgustó con su consejero cuando este reveló a su mujer el descubrimiento de una conspiración en la que el hermano de Terencia era partícipe, mientras que otros señalan a la aventura amorosa que Augusto y la mujer de Mecenas disfrutaron como el origen de los problemas entre los viejos amigos. En cualquier caso, cuando Mecenas falleció en 8 a.C., en su testamento dejó todas sus posesiones al emperador, así que es posible que la relación no hubiese resultado tan dañada como podríamos pensar.