¡Qué daño ha hecho la película de ‘300’! Los conflictos que enfrentaron a griegos y persas tuvieron (y tienen) una grandísima importancia histórica. No obstante, películas como ‘300’ dan una imagen completamente distorsionada de la realidad. Claro está que la película nunca pretendía ser fiel a lo que sucedió realmente, puesto que es una adaptación de una novela gráfica que tiene más de fantasía que de otra cosa. Y no entramos ya en el clarísimo componente xenófobo de la misma. Pero entonces, ¿qué pasó realmente en las Termópilas? ¿Quién fue el rey Leónidas? En definitiva, ¿cómo fueron las Guerras Médicas? Para responder a estas preguntas, hace falta que nos remontemos unas cuantas décadas antes de las Termópilas.

En 547 a.C., el rey persa Ciro conquistó, de manos del rey Creso, los territorios de Lidia, en la península Anatolia. Este reino de Lidia había tenido bajo su poder a las ciudades griegas de Jonia, en la costa occidental de la actual Turquía y, con la conquista de Ciro, estas habían pasado al control persa. Algunas de estas ciudades trataron de resistir, pero fueron sometidas por los persas, hasta que, hacia el año 518 a.C., el imperio persa controlaba toda la costa y muchas de las islas cercanas (como Quíos o Lesbos). En estas ciudades los persas se dedicaban a colocar a aristócratas locales como tiranos, con el apoyo del imperio, y que respondían ante el sátrapa (“gobernador”) de la región. Esta organización territorial del imperio era muy eficiente, pero, como suele suceder, no podía evitar el descontento de algunas zonas del territorio controlado por los persas.

Los griegos eran muy recelosos de su libertad y, además, eran famosos por sus luchas intestinas por el poder entre los aristócratas locales. Así, los tiranos que eran colocados en las distintas ciudades debían mantener un complicado equilibrio entre el control sobre su ciudad, y el favor de los persas. Uno de estos tiranos, Aristágoras de Mileto, ha sido considerado el origen del conflicto greco-persa. En 500 a.C., bajo el reinado de Darío I, Aristágoras recibió una embajada de exiliados de Naxos que le pedían ayuda para volver a su hogar, y le conminaban a conquistar la isla. El tirano podía ver las ventajas de dicha conquista: dinero, fama y poder. Así que aceptó dicha oferta.
Pero, y aquí la clave de la cuestión, Aristágoras no tenía un ejército con el que conquistar Naxos, así que acudió al sátrapa de la zona, y le pidió su ayuda a cambio de compartir con él el botín. El persa consultó con su rey, Darío, y aceptó la proposición, con lo que Aristágoras marchó a Naxos con un ejército patrocinado por los persas. No obstante, Naxos estaba mucho mejor protegida de lo esperado, y tras un asedio de 4 meses sin éxito, la expedición volvió a Jonia con las manos vacías.

Aristágoras se encontraba en un grave aprieto. No solamente había fallado en su objetivo, sino que ahora le debía dinero a los persas por el ejército, y como no había logrado obtener botín, no tenía cómo pagarlo. Así que decidió ir con todo y organizar una rebelión en Jonia. La zona ya estaba lo suficientemente caldeada como para que esta surtiera efecto, así que, aprovechando que aun tenía bajo su mando gran parte del ejército que había ido contra Naxos, y que otras ciudades de Jonia estaban dispuestas, Aristágoras declaró una rebelión abierta contra Darío en 499 a.C.
Las ciudades de Jonia, no obstante, se dieron cuenta de que iban a necesitar apoyos del resto del mundo griego si pretendían obtener una verdadera victoria duradera contra los persas y mantener su independencia. Por lo tanto, Aristágoras partió a Esparta, la ciudad más poderosa militarmente en el mundo griego, y pidió su ayuda contra Darío. Pero los espartanos nunca fueron muy dados a hacer la guerra tan lejos de casa, y se negaron a ayudar en la ofensiva. Así que Aristágoras se dirigió a la otra ciudad que podía suponer una ayuda significativa: Atenas.

Atenas se había librado de su propio tirano tan solo una década antes. Hipias el tirano había sido expulsado de la ciudad y los atenienses habían establecido una democracia. Pero el derrotado Hipias no se había quedado de brazos cruzados y se marchó a Persia para solicitar su ayuda y restitución como tirano de Atenas. Los persas se habían limitado a mandar un mensaje a Atenas instruyéndoles a restaurar a Hipias, lo que los atenienses habían tomado como una gran afrenta. Además, las ciudades de Jonia ahora se presentaban como democracias, lo que establecía un vínculo aun mayor con los atenienses. Así que, cuando Aristágoras les pidió su ayuda en la rebelión, Atenas estaba dispuesta a ayudar.
La rebelión Jónica duró varios años, durante los cuales los griegos parecían tener cierta ventaja al principio, pero la magnitud de los recursos y ejércitos persas eran demasiado para los helenos. Poco a poco las tornas cambiaron y los persas tomaron la iniciativa, enviando grandes contingentes en Asia menor contra las fuerzas griegas, y las derrotas de estos últimos se iban sumando poco a poco. Y, en el año 494 a.C. los persas administraron una derrota definitiva a los griegos de Jonia en Lade, tras la cual Mileto fue tomada por los vencedores.

Tras esta victoria poco quedaba de la rebelión, y los persas tardaron poco más de un año en retomar todas sus antiguas posesiones en Asia menor. Ciudad tras ciudad fue reconquistada y el control persa reafirmado sobre Jonia. Así, en 493 a.C. las operaciones contra la rebelión en el territorio de Darío habían terminado, pero el rey no se iba a contentar con eso, y ahora pretendía tomarse su venganza contra los atenienses que habían apoyado a los rebeldes.
En un comienzo, Darío envió al general Mardonio a través de Jonia y el Helesponto, con un ejército y flota de gran tamaño, para tomar Tracia y desde allí atacar la Hélade y Atenas. Esta fue, realmente, la primera invasión persa de Grecia. No obstante, esta invasión fue frenada en seco debido a una tormenta cerca del Monte Atos. El viento empujó a los barcos contra la costa y (según Heródoto) los persas perdieron 300 barcos y 20,000 hombres. Mardonio regresó a Persia para rehacerse, y Darío comenzó un nuevo reclutamiento con el que planeaba, de una vez por todas, hacerse con el control de Grecia.
