¡Qué horror! ¿Cómo ha podido pasar esto? ¿Por qué no se ha llegado a una solución? ¿Qué se puede hacer? ¿Hasta dónde pretende llegar Putin? Calma. Antes de debatir, puede resultar interesante ver qué dice la Historia sobre la relación entre Ucrania y Rusia y quizá así florezca alguna conclusión interesante acerca del conflicto que desde hace un año ocupa las portadas de los medios.
Allá por el siglo IX d. C., existía un territorio gobernado por la dinastía Rurikida cuyo nombre permite sentar las bases del origen común de dos países que hoy no pueden estar más distanciados en lo que a intereses se refiere. Así, el Rus de Kiev (Kyivan Rus) copaba lo que actualmente se conoce como el norte de Ucrania, así como parte de Rusia y Bielorrusia. Con Kiev como centro de su actividad, las distintas tribus eslavas y bálticas allí presentes convivieron y desarrollaron las raíces de los idiomas ucraniano, ruso o bielorruso. Además, en el año 988, por medio del príncipe Vladímir I, adoptaron el cristianismo ortodoxo, una religión cuya influencia se extiende hasta nuestros días, pues es la más practicada en el país gobernado por Putin.

El legado del Rus de Kiev se extendió hasta principios del siglo XIII, tiempo en que los mongoles tomaron el control aprovechándose de la falta de accidentes geográficos presentes en dichos territorios que dificultasen la invasión (esta particular orografía explica por qué la zona en cuestión ha permanecido constantemente en disputa). Así, con los mongoles se fueron constituyendo principados más pequeños y separados que formarían parte años después de diversas potencias emergentes.
Una de las citadas potencias la constituía el Gran Principado de Moscú, cuyos príncipes colaboraron estrechamente con los mongoles mediante la recaudación y pago de tributos para garantizar su supervivencia. Tampoco se ha de olvidar la influencia del Gran Ducado de Lituania en el siglo XIV, pues también se hallaba pendiente de las muestras de debilidad de los mongoles para tratar de asentarse en los territorios del antiguo Rus.
Al tiempo que los mongoles entraban en decadencia, en Moscú surgió el Zarato ruso (al que luego sucedería el imperio) y, unos kilómetros al oeste, la Unión de Lublin (1569) dio forma a la República de las Dos Naciones, conformada por el Reino de Polonia, el mencionado Gran Ducado de Lituania, y lo que actualmente se conoce como Ucrania y Bielorrusia. Hasta aquí, se pueden observar de manera clarividente los pasos que iba tomando lo que después sería Rusia, pero Ucrania, por supuesto, no debe caer en el olvido del redactor de estas líneas.

Y es que en el año 1648, cuando los dominios de lo que hoy se conoce como Ucrania se encontraban principalmente gobernados por los polacos, una alianza de campesinos, tártaros y cosacos se rebeló y llegó a establecer un estado independiente. Sin embargo, la vida de dicho estado duró un suspiro y la región, hasta el siglo XX, fue dividida y distribuida varias veces entre el Imperio ruso, los dominios polacos, el Sacro Imperio Romano Germánico y el posterior Imperio austrohúngaro. Pero a pesar de las distintas presiones recibidas durante ese tiempo, se fueron conformando y fortaleciendo las bases de la identidad ucraniana.
Tanto es así que, en 1918, en tiempos de la Primera Guerra Mundial y la revolución rusa, los ucranianos contrarios a los comunistas se aprovecharon de la inestable situación y declararon su independencia bajo el nombre de República Nacional de Ucrania. Esta vez, fueron los bolcheviques quienes no tardaron en tomar el control de la zona convirtiendo Ucrania en una de las Repúblicas Socialistas Soviéticas fundadoras de la URSS.
El hecho de formar parte de la URSS no trajo sino problemas a la población ucraniana. Si ya Lenin había clamado con extrema dureza contra los campesinos (kulaks) de Ucrania, Stalin fue más allá y sometió a los habitantes de la zona a barbaridades como el Holodomor, una hambruna que acabó con la vida de más de cuatro millones de personas.

Por su parte, los efectos de la Segunda Guerra Mundial se tradujeron en la definición, muy similar a la actual, de las fronteras ucranianas. En conexión con lo que hoy acontece, es preciso destacar la península de Crimea. Para cuando el Ejército Rojo había recuperado esta zona de las manos de Hitler, Stalin ordenó la deportación de quienes tuvieran origen tártaro, favoreciendo así una mayoría de población rusa en el territorio. Diez años después, en 1954, Nikita Kruschev entregó Crimea a la RSS de Ucrania en conmemoración del 300 aniversario de la adhesión de los primeros territorios ucranianos a Rusia.
El siguiente evento a destacar es el colapso de la Unión Soviética, dado que en agosto de 1991 Ucrania proclamó una independencia que dura hasta nuestros días. Y de esta forma, pasando por disputas electorales y negociaciones por el gas ruso e incluso albergando grandes eventos como la Eurocopa de fútbol en 2012, la situación ucraniana se volvió a empapar de tensión a finales de 2013.
Para entonces, el entonces presidente ucraniano, Víktor Yanukóvich, había optado por sucumbir a la presión rusa y decidió no firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea que estaba cerca de cerrarse. Esto desembocó en sucesivas manifestaciones europeístas de la población ucraniana en la plaza de la Independencia (Maidán) de Kiev, las cuales se extendieron hasta 2014 y tuvieron un duro desenlace: Yanukóvich huyó de Ucrania, pero cerca de cien personas murieron a causa de la represión de las fuerzas de seguridad.

También en 2014, sirviéndose del apoyo en un referéndum de la península de Crimea nunca reconocido por la comunidad internacional, Rusia se anexionó esta zona. Esto guarda alguna similitud con lo ocurrido entre abril y mayo en Donetsk y Lugansk, ciudades pertenecientes a la región del Dombás, pues Rusia también envió allí refuerzos a los separatistas prorrusos y estos declararon ambos sitios como repúblicas populares (hoy reconocidas como independientes por Putin).
Desde entonces, la zona se halla sumida en una guerra civil a la que se trató de poner fin en 2015 con los Acuerdos de Minsk, respaldados por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa e incluso el Consejo de Seguridad de la ONU. Con ellos, se dio paso a un (constantemente interrumpido) alto el fuego, además de producirse un intercambio de prisioneros en 2019 que parecía invitar a la concordia entre Rusia y Ucrania.
Nada más lejos de la realidad, pues a ojos de Vladímir Putin, la violenta situación en la que sigue la región del Dombás ejemplifica que los Acuerdos de Minsk están completamente rotos. Esto, unido al progresivo acercamiento de Ucrania a la Unión Europea y a la OTAN con sus respectivas tropas, llevó al líder ruso a invadir militarmente el país presidido por Volodímir Zelensky el 24 de febrero de 2022. Un año después, a pesar del gran número de fallecidos y refugiados resultantes, las hostilidades siguen vigentes y Putin ha optado por congelar el acuerdo de desarme nuclear que mantenía con Estados Unidos, pero nunca debe perderse la esperanza de que ojalá esta barbarie acabe pronto.