Un minuto de Alejandro Magno

Hijo del rey Filipo II de Macedonia y de Olimpia, nació en el año 356 a.C. Fue educado como heredero al trono, una formación que se encargó al conocido filósofo Aristóteles; mientras que Clito se encargó de su aprendizaje militar. Su formación estaba basada en la paideia helena, que comprendía una formación excelsa en seis ámbitos; actividad física; matemáticas; geometría; filosofía; gramática y retórica, cuyo fin era la formación técnica y en valores y, sobre todo, la adquisición de la arethé o virtud. 

Durante el inicio de su reinado, Alejandro sometió a los Estados griegos, pero su objetivo estaba mucho más lejos. En el año 334 marchó con su ejército a conquistar el poderoso y extenso Imperio Persa del rey Darío III. Durante esta campaña militar ocurrieron batallas tan icónicas y conocidas como Gránico, Issos o Gaugamela. No menos icónico será su episodio en el 334 en Gordión, donde sucedió el evento de la rotura del nudo. 

En Egipto fue recibido como un héroe y nombrado faraón, confirmando Alejandro su origen divino en el Oráculo de Amón en Siwa. Este hecho supuso el nacimiento de un malestar entre sus compatriotas griegos, quienes consideraban que los hombres no eran divinos, sino humanos, provenientes de la tierra, y que en caso de que el poder se le subiese a la cabeza, podría suponer incurrir en hybris, esto es, soberbia, la cualidad más detestada por los macedonios. Pese a ello, Alejandro nunca sufrió un alzamiento y siempre mantuvo la fidelidad de sus tropas. 

Busto de Alejandro Magno

Asesinado el rey Darío III, Alejandro tuvo vía libre para incrementar sus dominios y conquistas, haciéndose con Babilonia, Persépolis y Susa. Llegado a la actual Afganistán, quiso seguir ampliando sus dominios hasta la India. Sin embargo, tras algunas campañas en las zonas más occidentales (con batallas como la de Bactria) una tropa exhausta y deseando volver a su tierra lo incitó a regresar. 

Alejandro adoptó las costumbres y formas de los territorios que conquistó, tanto los egipcios como los persas, cosa que no gustó demasiado entre los macedonios. La desconfianza que comenzó a granjearse empeoró con la muerte de Hefestión

Durante el regreso a la Hélade y por circunstancias aún hoy discutidas (aunque la más plausible habla de una infección que le causó altas fiebres) Alejandro moría prematuramente a los 33 años dejando un vasto Imperio, que se fragmentó rápidamente y se repartió entre sus hombres más cercanos. 

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